lunes, 8 de septiembre de 2025

Rusia ataca a Ucrania con cifra récord de cohetes y drones.

Ap, Afp y Europa Press
Periódico La Jornada   Lunes 8 de septiembre de 2025, p. 27
Kiev. Rusia lanzó la madrugada de ayer la mayor ofensiva aérea contra Ucrania desde que empezó la guerra, con más de 800 drones y misiles, que provocaron al menos cinco muertos, 15 heridos y la destrucción de oficinas gubernamentales en Kiev.
El ataque contra el complejo gubernamental en el corazón de la capital ucrania, es el primero de este tipo en tres años y medio de guerra.
El presidente ucranio, Volodymir Zelensky, advirtió que la arremetida sólo prolongará la guerra y de nuevo pidió a sus aliados de Occidente que “reaccionen”.
Moscú lanzó 13 misiles de varios tipos. Hubo nueve impactos de ojivas y 56 ataques con drones en 37 ubicaciones a lo largo de la ex república soviética.
“No estoy contento. No soy feliz con toda la situación”, manifestó el presidente estadunidense Donald Trump a los periodistas cuando le preguntaron sobre la ofensiva, y agregó: “No estoy entusiasmado”.
La Unión Europea condenó los ataques por parte de Rusia, lo mismo que Reino Unido y Francia.

American curios
Guerras
David Brooks
▲ Hasta ahora, un presidente estadunidense no había declarado la guerra contra ciudades bajo gobiernos de sus opositores en este país. Ante ello, sigue multiplicándose la resistencia coreando exigencias inéditas como “no a las tropas en nuestras calles”, frase que se escuchó antier en las calles de Chicago.Foto Ap
El comandante en jefe de Estados Unidos declaró la guerra. No contra un enemigo externo, sino expresamente amenazando usar su recién bautizado Departamento de Guerra contra una metrópoli estadunidense, Chicago, gobernada por sus opositores. Eso fue unos días después de que lanzó su primer ataque militar contra una lancha en el Caribe, en una batalla que declaró contra quien decida etiquetar como “ narcoterroristas” en el mundo y sin importar las normas y el derecho internacional (su secretario de Estado, Marco Rubio, comentó en México que “no me importa qué diga Naciones Unidas”).
La declaración de guerra contra Chicago el sábado fue transmitida a través de una imagen difundida en su red social diseñada por su equipo, donde está vestido de militar y con una frase famosa, tantito modificada de la película Apocalipsis ahora: “Me encanta el olor de deportaciones en la mañana”. La cita original es del personaje de un coronel estadunidense en medio de un bombardeo en Vietnam, quien dice: “Me encanta el olor de napalm en las mañanas” –el arma química inventada para pegarse y quemar la piel humana y que fue usada extensamente en ese conflicto (https://www.youtube.com/watch?v=1RHo_ZG-YGo). Agregó: “Chicago está por enterarse de por qué se llama el Departamento de GUERRA”. El gobernador demócrata de Illinois, JB Pritzker, respondió que “el presidente de Estados Unidos está amenazando ir a la guerra con una ciudad estadunidense. Esto no es una broma. Esto no es normal”.
El mandatario –quien evadió su propio servicio militar obligatorio justo durante esa misma guerra en Vietnam con pretextos médicos que toda familia de rico usaba– aparentemente está fascinado con su papel de comandante en jefe. Firmó una orden ejecutiva rebautizando el Departamento de Defensa como el Departamento de Guerra (su nombre original, y algunos argumentan una identificación mucho más honesta), aunque necesitará la aprobación del Congreso para oficializar ese cambio. Hace unos meses ordenó un desfile militar en Washington como regalo para su cumpleaños. Y con por lo menos ocho naves militares más un submarino enviados al Caribe para enfrentar a “ narcoterroristas” ordenó destruir una lancha declarada “ narcoterrorista” bajo el mando del presidente venezolano.
Éste es un país belicista. Algunos calculan que a lo largo de su historia de casi 250 años, Estados Unidos sólo ha tenido 20 años de paz sin algún conflicto armado. “Nos gusta la guerra porque somos buenos para eso. Porque tenemos mucha práctica. Este país tiene poco más de 200 años y ya hemos tenido 10 conflictos mayores. Es un promedio de una guerra grande cada 20 años”, comentaba el gran cómico George Carlin (Una lista de éstas: https://sgp.fas.org/crs/natsec/RS21405.pdf).
¿Pero guerra contra ciudades de Estados Unidos? No sería la primera dentro de su territorio, de hecho la más costosa en vidas estadunidenses fue la guerra civil (1861-1865) con un total de aproximadamente 620 mil muertes. Otras “guerras”, no todas empleando a tropas militares pero sí oficiales armados y fuerzas represoras, se han librado internamente contra pueblos indígenas, inmigrantes en diversos momentos, sindicalistas y otros “radicales” a lo largo de la historia. La “guerra contra las drogas”, primero declarada por Richard Nixon y cuyo objetivo, según uno de sus propios asesores más cercanos, fue criminalizar a parte del movimiento antiguerra y comunidades afroestadunidenses y después latinas sigue teniendo consecuencias letales y de encarcelamiento masivo (de pobres, no de grandes capos y sus banqueros).
Pero hasta ahora, un presidente estadunidense no había declarado la guerra contra ciudades bajo gobiernos de sus opositores en este país. Ante ello, sigue multiplicándose la resistencia coreando cosas inéditas como “no a las tropas en nuestras calles”, y “no a la invasión” en Los Ángeles, Washington y ahora Chicago (con el presidente amenazando a Baltimore y Nueva Orleans tambien).
Son consignas antes escuchadas sólo en países intervenidos o invadidos por Estados Unidos.
Playing for Change. Down by the Riverside. https://www.youtube.com/watch?v=nQ1gHm8v3ek
Edwin Starr. War. https://www.youtube.com/watch?v=hZJRJpbGkG4

¿Será ésta la democracia emergente?
Arturo Balderas Rodríguez
Al parecer, la mayoría de las controversias por las que atraviesa Estados Unidos en la actualidad se inician en el escritorio del presidente Donald Trump, e inevitablemente se extienden como rémora a todos los ámbitos de la vida en esa nación y frecuentemente al mundo entero. Una de las más recientes se gestó cuando el presidente ordenó a los legisladores republicanos en Texas rediseñar el mapa electoral con la finalidad de ganar cinco escaños en la Asamblea de Representantes de EU. Trump aseguraría así que su agenda de cambios fuera aprobada por sus congéneres del Partido Republicano, y seguir en su ruta de alterar los cimientos y las bases jurídicas sobre los que se sientan instituciones e historia del país.
La modificación en el mapa electoral en el estado de Texas, aprobada por la mayoría republicana y firmada por el gobernador, también republicano, abre un capítulo inédito en el proceso electoral y amenaza en contaminar el mapa electoral de todo Estados Unidos. No es nueva la medida conocida como gerrymandering, consistente en redibujar los límites de los distritos electorales con la finalidad de beneficiar a uno u otro partido político. Su historia data de 1812, cuando a un legislador del estado de Massachusetts se le ocurrió la idea de alterar el mapa distrital en esa entidad para favorecer al partido Jeffersoniano. Con el transcurso de los años, la medida se ha repetido en diferentes ocasiones y estados con el mismo fin. Hay dos diferencias con lo que sucede en esta ocasión: la primera es la intervención directa del presidente maniobrando para que, a toda costa y sin importar las formas, su partido conserve la mayoría en el Congreso; y la segunda, la forma en que el partido demócrata ha reaccionado para neutralizar un ataque en su contra, y lo que es más grave, que desde la más alta magistratura se trate de rasgar el proceso electoral que ha subsistido durante años.
La contraofensiva demócrata la hizo Gavin Newsom, gobernador del estado de California, quien respondió al presidente y a los legisladores texanos con una medida similar, redefiniendo también los distritos electorales en ese estado. Le permitirá al Partido Demócrata ganar igual número de distritos electorales en la Cámara de Representantes. Lo que sucede es que en otros estados se instrumente una medida similar, y a final de cuentas el proceso electoral en todo el país se desnaturalizará, profundizando aún más la división y animadversión entre demócratas y republicanos. Será muy difícil llegar a acuerdos para establecer normas electorales imparciales en la que uno y otro partido tengan iguales oportunidades para integrar los órganos de gobierno.
Todo este desaguisado comenzó, vale repetirlo, en el escritorio de quien debiera ser el metro de la cordura en la conducción de la nación. En este contexto, no se puede ignorar un peligroso antecedente: Trump se negó a admitir haber perdido la elección en 2020, e incluso alentó un golpe de Estado. Durante los siguientes cuatro años en que Joseph Biden gobernó, Trump utilizó todos los medios a su alcance para denostar a Biden y acusarlo de usurpar la presidencia. Con ese telón de fondo, será difícil que hoy ceda en su meta de ganar cualquier elección a toda costa y que, de perderla, actué de la misma manera.
Lo curioso es que ahora se pretenda poner el acento en respetar la moralidad y la ética política y jurídica cuando es evidente que, si algo ha estado ausente en estos meses de gobierno son precisamente esos valores. Se puede constatar fácilmente cuando se advierte la forma en que Donald Trump, su gabinete con la aquiescencia de su partido han destruido una tras otra las instituciones que le daban solidez a la nación.
Después de ver la comparecencia del secretario de Salud en el Senado de EU, defendiendo su proyecto en contra de las vacunas, sólo queda preguntar ¿qué morirá primero, la democracia o la sociedad estadunidense que sigue la recomendación de ese personaje?